jueves, 29 de marzo de 2012

"TWINGO"

Soy consciente de que para algunos lo que voy a relatar a continuación puede parecer exagerado, incluso ilógico, pero seguramente otros entenderéis perfectamente mis palabras y mis sentimientos.

Twingo llegó a nuestras vidas con apenas un mes, llegó inesperadamente. Era una bolita de pelo rubio, con los ojos muy grandes y, tan pequeño tan pequeño, que cabía en un bolsillo. Le pusimos por nombre Twingo porque se parecía mucho al coche que se llamaba así de moda en aquella época. Le decíamos que era “nuestro perrito adoptado”, porque en realidad era de mis padres, pero le cuidamos entre todos.

La convivencia al principio fue difícil, a veces agobiante, pero poco a poco se hizo un hueco en nuestras casas y en nuestro corazón. A medida que fue creciendo vimos cosas en él que nos parecían casi humanas, tanto, que llegamos a decir más de una vez: “a este perro le falta hablar”. Era increíble como entendía nuestros gestos.

Donde Twingo era más feliz era en el campo, era una delicia verle correr y revolcarse por el prado, y cuando los sembrados estaban muy altos se perdía en su interior, era muy gracioso verle dar saltos y asomar la cabeza sobre ellos, parecía una gacela.

Cuando mi padre se jubiló pensó que caería en depresión, pero Twingo le ayudó mucho. Le acompañaba a cada paso que daba y, le seguía tan de cerca, que le sacaba las zapatillas. Los dos eran inseparables y se estableció una comunicación entre ellos que hasta terminaron manteniendo un diálogo singular y único.

Twingo compartía con nosotros tanto los momentos de alegría como los de tristeza, era uno más de la familia, siempre lo teníamos en cuenta para la mayoría de las cosas que hacíamos. Nos sorprendía día a día, tenía algo especial, era de una nobleza infinita y repartía amor continuamente. 

Recuerdo aquella vez que mi padre estuvo mucho tiempo enfermo y postrado en cama, Twingo no se separó ni un momento de su lado, le miraba, gemía, suspiraba, incluso le daba pequeños ladridos. También recuerdo cuando mis padres se fueron varios días de viaje, Twingo apenas comió y bebió y casi  ni se movió de la puerta de entrada esperando su regreso. Cuando llegó el día de su vuelta, fue increíble que antes de que supiéramos que llegaban, él ya lo sabía, se puso muy nervioso, ladraba sin parar y corría a nuestro lado para decírnoslo. Y cuando mis padres entraron por la puerta con qué ímpetu saltó frente a ellos, brincaba tan alto que casi les mordía la nariz. Eso sí que era una verdadera muestra de afecto sincero, dependencia, de total lealtad, fidelidad, de un amor tan incondicional...

“Twingo, me encantaba cuando doblabas la patita derecha al sentarte, o cuando corrías al sillón a echarte sobre el sitio caliente que habíamos dejado. Eras el mejor vigilante, pequeñito pero nada te acobardaba, y los gatos y tú siempre a la gresca. Te llamábamos “la aspiradora” cuando te ponías debajo del que cortaba jamón esperando las miguitas que caían. Y ese día que nevó tanto y te sangraban las patitas al correr por la nieve. Cuantas piruetas y malabares nos hacías para conseguir tu galleta de premio. Lo que disfrutabas en el agua. Cuantos recuerdos vividos contigo“.

Estuvo muchos años con nosotros, pero una inevitable enfermedad se lo llevó, nunca olvidaré su carita  cuando ya sabía que se iba, su mirada, su entereza, su paz... Aun ahora, después de muchos años, le recordamos, porque formó parte de nuestra familia y de nuestras vidas.


© Mabel.


Publicado en: HISTOREO
Revista Cultural de Libre Pensamiento

6 comentarios:

  1. Sabemos lo que significaba para todos y lo mucho que le recordáis

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    1. Cuantas veces en casa nos habéis oído hablar de él, verdad? Gracias, Ian!

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  2. que bonito mi mabel si hija ay perros que solo les falta ablar con tu permiso melo inprimido para guardarlo porque es muy tierno osquiero

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